Educación permanente
Primera Parte
La educación es la base para la
formación del carácter, actividad permanente en el ser humano. Tendremos que
diferenciar temperamento de carácter, el primero es innato y con él venimos al
mundo, de carácter congénito; mientras que el carácter se opone paulatinamente
a lo intempestivo del temperamento.
Tenemos que entender, que la
educación debe formar parte de todos nosotros; ella no es algo para ser solamente
admirado, sino que debe ser algo que portamos con nosotros, forma parte de
nosotros, que sea como el aire que respiramos, que sea útil a todos, cada cual
sea actor de la parte que le es más necesaria.
A través de la historia se ha
dado diferentes versiones sobre la educación. Vamos a ceñirnos a un concepto
clásico y primero, desde un punto de vista psicológico-filosófico. Educación es aquella ciencia que trata
de la capacidad que tiene el ser humano de educir,
una serie de elementos que le permiten ponerse en relación con el conocimiento
y transmitirlo.
Sabemos que el hombre es el único
que realmente tiene cultura; los demás seres vivos, transmiten tan solo
genéticamente una serie de aptitudes instintivas que les permiten sobrevivir,
pero no hay una transmisión cultural por medios intangibles, por medios de tipo
espiritual. Nos admiramos, por ejemplo, del trabajo de las abejas con sus
panales, de las arañas que tejen sus telas; sin embrago, las distintas investigaciones
paleontológicas han demostrado que las arañas y las abejas durante millones y
millones de años han seguido recreando las mismas formas, sin posibilidad de
creatividad alguna. Una araña cuando es cortada su tela no es capaz de
remendarla, de recrear una situación nueva que le permita saltar por encima de
las dificultades, ésta la dejará rota de lado y comenzará otra nueva desde el
principio. A la manera de computadoras vivas están programadas para ejecutar una
obra, pero no para recomenzarla desde la mitad o desde otro punto.
En cambio, el hombre tiene una
capacidad de creación, de imaginación y de fantasía, que le permite pasar por
encima de los obstáculos, evitando una mecanización de los mismos, sino, una
fuerza espiritual, que no sólo le hace adaptarse al medio ambiente, sino superarlo
y recrear en obras todo un mundo interior. Es obvio que los hombres tenemos
cada uno su mundo interior. Su mundo interior está muchas veces en conflicto o
está muchas veces en relación no del todo armónica con el mundo exterior o con
el mundo circundante.
La humanidad tiene nuevas formas
de sentir, formas de pensar, formas de vivir, pero tenemos también, todos
nosotros, una cultura que nos une. Esa cultura que nos une nos permite hablar de
ciencia, de arte, de literatura, de lo que fuera, entendiéndonos por medio de
símbolos convencionales que hemos aceptado. El hombre por la parte genética,
sólo hereda una serie de capacidades instintivas, pero hace falta el
aprendizaje y le hace falta transmitirlo para que se realice como tal.
Un niño no nace sabiendo montar
bicicleta, por más que sus padres sean ciclistas profesionales, a ese niño hay
que enseñarle a montar bicicleta. El hombre es el único mamífero que necesita
aprender- bueno, parece que cierta forma de camello también, que cuando es
arrojado al agua tiene que aprender a nadar. Todo aquello que tenemos en
nuestro acervo espiritual, en nuestra manifestación y en nuestras posibilidades
de supervivencia es, en gran parte o en todo, es adquirido mediante el
aprendizaje. La transmisión del conocimiento y la cultura es lo que nos permite
comunicarnos, escribir, leer, entendernos, crear obras de arte, ejecutar
proyectos sociales, políticos, económicos. Por eso, el aprendizaje y la cultura
son fundamentales. Pero, ¿cómo podemos nosotros entender el proceso cultural,
sin entender previamente el proceso educacional? ¿Qué es realmente educar? – Por
eso nos referimos a los clásicos-, ¿educar es transmitir nuestros propios
puntos de vista, nuestras propias aceptaciones, nuestras propias limitaciones? Si
fuera así, la humanidad jamás podría progresar, porque las generaciones
anteriores no podían transmitir más de lo que tienen a las generaciones nuevas,
eso es obvio.
Una vasija que tenga medio litro
de agua, no puede pasar a otra vasija más que medio de litro de agua, existe
entonces, un fenómeno adjunto o tal vez esencial: que educación no es solamente
la transmisión de los elementos de cultura de una generación a otra, sino un
cierto ámbito psicológico y mental de tipo espiritual y físico, que le permite
a cada hombre, recrear un proceso y recrear en si todo el proceso de la
humanidad, aportando su propio matiz, su propio color y su propia fuerza. Educar es “educir”, o sea, enseñar al joven en este caso a extraer lo que
tiene dentro. Lógicamente, para poder aceptar esto, tendríamos que aceptar, por
lo menos en teoría, para poder entendernos, lo que pensaba la sabiduría antigua
sobre las almas, sobre la naturaleza del hombre.
En el mundo clásico – por ejemplo
en el mundo platónico – suponían, presuponían, afirmaban, son razón o sin
razón, que el hombre poseía un espíritu inmortal; que no era la primer vez que
venía al mundo, que había tenido otras encarnaciones anteriores y que iba a
tener otras encarnaciones posteriores. Que el hombre tenía diferentes
experiencias y que había acumulado en sus vidas anteriores aspectos diferentes
que le facultaba para una cosa o para otra.
Los filósofos de la Academia,
explicaban, como algunos siendo niños podían tener tanta facilidad para la
música, para la pintura o para la oratoria. Si aceptamos esta hipótesis o
teoría del mundo clásico, nos sería mucho más fácil entender su hipótesis y
teoría de la educación, puesto que, si fuese cierto, que tenemos nosotros
dentro una suerte de receptáculo de tipo parapsicológico, que ha guardado las
experiencias, las facultades de otras contingencias en este mundo – o sea, de
otras vidas anteriores -, la sola educación que permite esas posibilidades, nos
enriquecería.
La sabiduría clásica que vio
Platón, estaba basada en hacer educir de las personas jóvenes una serie de
aptitudes, para luego canalizarlas. Al joven no se enseñaba estrictamente una u
otra cosa, sino que el joven era puesto en un ámbito especial que le permitía
educir lo que él mismo tenía.
Ahora entendemos un poco más esa
frase enigmática de Platón cuando dice: “el conocimiento no es más que una forma de
recuerdo”. Este sería una reelaboración y recreación en base a
recuerdos anteriores. Entendemos también mejor el sentido teatral de la
educación griega, incluso la relación que tenía la educación con lo que se llamaba
los misterios. En el libro “La República”
de Platón, y en “Las Leyes” de una
manera más extensa, está tal vez mejor definido este problema de la educación.
Al inicio del libro, los dos caminantes que marchan al Templo Zeus Olímpico, se
dice que la mejor forma de educar es mediante la Gimnasia y la Música. Las
palabras “gimnasia” y “música” hoy, desde nuestro punto de
vista, nos hacemos una imagen un tanto falsa.
Al pensar en gimnasia, imaginamos
juegos de tipo físico: levantamiento de pesas, boxeo, jabalina; cuando pensamos
en música, pensamos en tocar la guitarra o el piano, lo que fuese. La sabiduría
antigua con Platón, hablaba de la gimnasia
– de “gymnós”, desnudez – como de una aptitud especial en los jóvenes,
los cuales podían desarrollar toda su pureza en el sentido físico de
descontaminación. Platón recomienda separar las generaciones – y eso fue muy
discutido – no está de acuerdo que los jóvenes sean educados por los padres;
Platón propone en La República, que sólo durante cinco años, en el llamado “gineceo” – los niños estén a cargo de
sus padres, y que luego tienen que pasar a manos de los “paidagogoi”, o sea, los “pedagogos” o maestros.
Dice Platón, de manera muy cruda,
que cualquier hombre es capaz de tener hijos, pero no cualquiera es capaz de
educarlos, entonces, proponía que después de los cinco años – cosa que se hacía
en la Grecia Clásica – los niños pasaban a Institutos especiales en donde se
les educara en la parte física y en la parte intelectual. La parte física,
basada principalmente en un culto a las fuerzas y en un culto a la pureza, y la
parte espiritual era la Música, pero por Música, entendían el ejercicio de las
Musas; ellas, eran las antiguas Diosas que regían la Historia, la Oratoria, la
Música, propiamente dicha, la Pintura, el Teatro, etc. Teniendo así dos grandes
vertientes, se pretendía un cuerpo sano y se pretendía un espíritu cultivado,
un espíritu propenso a las Artes y a todo lo que fuese humanista. Este conjunto
de un cuerpo sano y de un espíritu abierto a toda creación es propia del mundo
clásico. Se creía que existía una gran relación entre el cuerpo y el Alma.
Los Socráticos decían que el
cuerpo era una vasija, y el Alma como el agua que la llenaba y que es obvio que
el agua, tome la forma de la vasija que la contiene, por lo que hace falta un
cuerpo sano en todas sus extensiones y una vida sana, un medio sano para que
pueda también el Alma educir sus sanos aspectos.
Continuará…



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