Educación Permanente
Tercera Parte
Los griegos lo sabían y por eso
propugnaban una “edad de la aventura”
en la cual el adolescente podía, rememorando a Ulises y a otros héroes hacer viajes, subir montes y bucear bajo
las aguas.
Claro, nosotros hoy pensamos que
eso es peligroso porque algún niño podría sufrir un accidente, pero el hombre
clásico no temía a los accidentes. Decía que si estaba escrito (lo que los
hindos denominaban Karma: “Ley Universal
de Causa y Efecto”) el accidente vendría igual, pero lógico, se tomaban todas
las precauciones para que éste no sucediera, valorando la protección del
adolescente, así el riesgo valdría la pena porque permitía al niño o adolescente
crecer, crecer fuerte y crecer con un ánimo que estaba más allá de los portales
de la muerte. Superando con creces los miedos que hoy nos inculcan desde muy
pequeños nuestros padres o abuelos, permitiéndoles de esta manera tener un
limitante menos para su enorme posibilidad de creatividad.
Y hoy nosotros nos preguntamos si
no era ese espíritu el que animó a trescientos espartanos que en las Termópilas desafiaron a más de cien mil persas. Se cuenta
que al decirle a Leónidas (rey de
los espartanos y comandante en jefe): “Leónidas, ¿estás dispuesto a correr el riesgo
de con tan pocos soldados desafiar a tantos persas?, respondió: “si pensáis que
corro el riesgo por el número, ni todo Grecia sería suficiente, ya que entre todos
formaríamos una pequeña parte de los que son ellos, pero si lo que consideramos
es el valor, somos suficientes.” Y alegremente iban a la muerte, es el
mismo espíritu de aquella dama espartana que al entregar a su hijo el escudo lo
exhortaba diciendo: “Hijo, o con él o sobre él”, haciendo referencia al aprobio que
significaba para un soldado griego el tirar o abandonar el escudo, dándose a la
fuga, y a la tradición espartana de devolver a su ciudad natal a sus guerreros
muertos en combate sobre sus escudos.
Obviamente, muchas de estas cosas
nos suenan a extraño, nos suenan casi barbáricas, tendríamos que revisar un
poco y ver hasta donde siguen siendo válidas, porque si bien el mundo de la antigüedad
tenía grandes contradicciones, padecía grandes sufrimientos y habían muchas
injusticias, hoy sabemos que nuestro mundo también padece de contradicciones,
también hay injusticias, que hay dolor; y tendríamos que tratar de extraer de cada
cosa la mejor parte, o sea, poder comparar, poder seleccionar y poder retener
aquello que sea mejor y más útil. Esta es una actitud especial dentro de la
nueva formación, que se llama “actitud ecléctica” que permite comparar todos
los elementos, tomar los más útiles y ponerlos en contacto con la realidad. Precisamente,
educación es eso: ponernos en contacto con la auténtica realidad.
También se sostuvo en el Mundo
Clásico que el hombre podía aprender siempre, no solamente podía ser educado
cuando era niño, sino también cuando era mayor. Tanto es así que Platón propone una educación especial
incluso para los ancianos: que incluía que se les preparase también para la
muerte. Dado que el advenimiento de la muerte en un anciano es más probable que
en una persona relativamente joven o en un niño, considera Platón como cosa justa y digna preparar al anciano para ese nuevo
paso. Y son los filósofos platónicos
los que dicen: “si cuando vamos a viajar a Atenas o a cualquier otro lugar, preparamos
una maleta, nos preocupamos por ver si está bien el barco, ¿cómo ante el Gran
Viaje que es la muerte no preparamos a los viajeros?”.
La Educación estaba hecha de tal suerte que no solamente se fijaba en
el niño, en el joven o en el adulto que
eran capaces de dar algo a la sociedad, sino también en el anciano, que ya dio a
la sociedad y tiene derecho a aquello que dije: “un poco de Honor y de Historia”.
El anciano también tiene derecho a esa educación en las cuestiones de la vida
que ya aprendió, pero que ha de interpretarlas, educación en lo referente a la
muerte, que hace falta porque todos vamos a morir y, por lo tanto, los ancianos,
necesitan obviamente conocer adonde van, cómo van, cómo presentarse ante ese
hecho biológico irreversible. Esta
educación permanente, que abarca desde los primeros hasta los últimos años del
hombre era lo que proponían los filósofos clásicos.
Creemos que esta Educación Permanente, esta forma de
aprendizaje ecléctica es todavía válida. Nosotros no creemos en las modas.
Creemos en las modas en cuanto a las ropas, en cuanto a las cosas que no tienen
importancia, pero en las cosas fundamentales del espíritu, ¡NO! Somos seres humanos,
¿qué nos diferencia tanto del hombre antiguo?, ¿qué nos diferencia tanto del
hombre del porvenir? Ha ido un hombre a la Luna, algunos se preguntan para qué,
pero no importa.
Fueron unos señores a la Luna en
una nave que se llamaba Apolo XI;
estos señores que fueron a la Luna tenían un vehículo que era muy diferente a
lo que podía ser una biga romana.
Obviamente corrían miles de veces más, pudo separase de la Tierra, pero los
hombres que iban adentro, ¿eran muy diferentes a los que conducían las bigas
romanas? Los hombres que iban adentro, ¿no tenían también emociones,
pensamientos, dudas, esperanzas, temores?
O sea, el hombre como hombre no
es muy diferente al hombre del pasado, así también no es muy diferente el
asiático, el africano o el americano del hombre europeo; las diferencias son
superficiales, son los acondicionamientos exteriores, pero el Hombre Interior, ése no es diferente.
Si Albert Einstein decía que “todo
es relativo” en qué se basaba esa relatividad si no tenía su par de
opuestos, es decir, si todo cambia, tiene que haber algo que no cambia, y ¿qué
cosa es lo que no cambia?: “el cambio mismo”.
Entonces, ante
los cambios de las modas, de la personalidad, de nosotros mismos, de nuestros
intereses, de nuestra mala educación hay algo que no cambia, que permanece
perenne y que absorbe conocimiento de lo que si cambia, y ese es el Hombre
Interior.
Este Hombre Interior siente y vibra como sentimos y vibramos todos nosotros
y como sentirá el hombre en el futuro – que no sabemos si irá a la Luna, a lo
mejor irá a plantar patatas, porque no sabemos lo que pasará – las vueltas de
la Historia son cíclicas y lo que nos gusta a nosotros hoy es posible que no
les guste a las generaciones venideras; o tal vez tengan más Sabiduría que nosotros y no se les
ocurra ir a ver qué hay en la luna, pero esos hombre van a amar, a sufrir, a
sentir, a preguntarse, a estar en desacuerdo y en acuerdo, van a soñar hacer
grandes cosas, vana a soñar a hacer cosas pequeñas.
Un hombre y una mujer que se
simpatizan van a amarse, dos hombres que se simpaticen van a ser amigos y se
encuentran muchos hombres que piensan igual, harán grupos humanos. Eso está
marcado en la Historia y en el Destino, siempre fue, es y será. Si podemos
extraer de la vida un sentido más eternal y duradero, si podemos despojarnos un
poco de los inmediato circunstancial, nos daremos cuenta que hay un sentido filosófico
en todo lo que nos rodea; podremos interpretar este Macrobios y dentro nuestro toda la vida que también hay; podremos
ver que, más que forzar a los niños o a las nuevas generaciones a seguir
nuestras propias afirmaciones y alienaciones, hace falta permitirles educir su
propia realidad, su propia vida, hace falta rodearlos de la belleza, del
cariño, de la armonía, de la paz, del trabajo, de la concordia que les permita realizar
un mundo no solamente Nuevo, sino Mejor.
El Maestro
Bibliografía
- Dr. Jorge A. Livraga
- Madame Elena Petrovna
Blavatsky
- Dr. Jinarajadasa



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