El Padre
Cada vez que he pensado las
dimensiones, capacidades, facultades así como sus limitaciones y dificultades
que asume cualquier padre que quiere dignificarse a sí mismo; me trae el
recuerdo, aquel famoso análisis transaccional de Eric Berne, que divide a la
psique en 3 estados generales: padre, adulto y niño (el famoso pan). Ese padre
que todos tenemos dentro edad que tengamos, que representa muchas veces la
autoridad primera (quien nos crio) se manifiesta en sub-características como el
padre crítico, padre protector y nutricio; cada uno de ellas tiene
explicaciones tan interesantes que llegan a penetrar en nuestros bloqueos
traumas trabas que se han ubicado en nuestro inconsciente, para que seamos
primero buenos o malos padres de nosotros mismos.
El problema está, en que creemos
que nosotros somos libres y tomamos las acciones que más nos interesan según
las diferentes circunstancias (sobre todo cuando representamos quizás la
autoridad primera en la familia que hemos constituido.
Desde esta palestra yo quiero
referirme a un aspecto quizás más psicológico, filosófico y con tendencias de
ampliación de consciencia de la cual debe generar una “re- evolución”
(revolucionar según el concepto etimológico y original del termino significa “regresar
al principio” donde se genera la situación traumática; en este caso en el
hombre y en su inconsciente, revolución no es lo mismo que levantarse en armas
y realizar violencia; se ha confundido el término en uno solo; nosotros nos
remontamos al concepto etimológico del mismo).
En los diferentes planos en los
que nos desenvolvemos diariamente, debemos estar realizando una constante “revolución”
que a la vez significa, una constante revisión de nuestros pensamientos,
emociones y acciones; para luego tener una mejor y mayor ampliación de
consciencia y podamos así abrir paulatinamente uno de los grandes misterios del
hombre: ¿por qué soy así? ¿por qué actúo así? ¿por qué pienso así?… y otros.
El día del padre, debería ser el
momento en que más busca al verdadero padre que existe en él y que en muchas
oportunidades (yo diría en la mayoría) es quien dictamina sus pensamientos,
acciones, etc. Ya que está comprobado psicológicamente que el 75% de nuestra
personalidad, es decir, que la infraestructura y a veces, gran parte de la estructura
que constituye nuestra psique ya está predispuesta a respuestas ante
situaciones que hasta los nueve o diez años han sido asimiladas y guardadas en
el inconsciente, creyendo el quien decide y tiene libre albedrío de su realizar
en la vida diaria, es producto de sus decisiones y conclusiones, cuando en
realidad son influencias a veces indirectas y cruzadas de algunos traumas, llenémosles
“cálculos”
(un cálculo es como una piedra que impide el buen funcionamiento del órgano), y
estos “cálculos inconscientes” no sólo se manifiestan repitiendo el mismo
fenómeno traumático por el cual han sido creados, sino que en la mayoría de las
veces, pareciera que no tienen conexión con el complejo que se ha fermentado, sobre
todo en la niñez, y es así como nos es imposible sin ayuda psicoanalítica
poderlos observar y nos preguntamos: ¿por qué pienso así?, ¿por qué actúo así?…
sin encontrar ninguna razón exógena que nos de la respuesta.
Quiero recordar a mis queridos
lectores que una cosa es inconsciente,
otra es subconsciente y otra consciencia. Para que las explicaciones
no se nos hagan densas y quizás imposibles utilizaremos una simbología que nos
ayudará a ilustrarnos este problema.
Imaginémonos que el inconsciente es un océano, el subconsciente es una isla grande y la consciencia es una casa situada en
mitad de la isla; deduciremos luego, que lo menos conocido para el habitante de
esta hermosa casa es ese enorme océano que guarda uno y mil misterios y que
sabe que en cualquier momento podrán impresionarlo o inclusive traumarlo a tal
punto que como todo cálculo no permite un buen funcionamiento del órgano, no
permitiría el buen funcionamiento de la conciencia. Entonces, el psicoanálisis
a través de diferentes técnicas iría paulatinamente descubriendo esos cálculos
que con el tiempo tienen la habilitad de disfrazarse y enmascararse de tal
manera que llegan a confundir el actuar del hombre. Si interpretamos la
verdadera simbología de la mitología greco- romana (el símbolo es una realidad
psicológica preñada de significado).
El mito nos cuenta de un Prometeo
(semidiós) que roba en un descuido el fuego del olimpo, y es entregado a los
hombres, ya que tenía pena que éste no conociera semejante elemento que iba a revertirse
en su beneficio. Zeus; dios
principal del olimpo, enterado ante esta falta de Prometeo es condenado a vivir
encadenado y que de día sus entrañas sean devoradas por los buitres.
Pero al ser un semidiós, de noche
éstas se regeneraban. El padre del Olimpo le dice a Prometeo que hasta que el
hombre no aprenda a manejar el fuego seguirá en esta situación. Si hacemos un
análisis del símbolo en su calidad psicológica y filosófica, entendemos que el fuego
es el cuarto elemento, o sea la “mente”. Según Zeus y los dioses del
Olimpo, se le había dado al hombre la mente por aborto cuando todavía no le correspondía
en su nivel evolutivo, y si nos ponemos a pensar qué cosas hemos hecho con
ella: destrucción, egoísmo, materialismo, consumismo, pérdida de ampliación de
consciencia, etc. Siendo toda la humanidad una fraternidad de hermanos, hay
varios grupos y sociedades que explotan y viven de la mayoría. Grupos de poder
económico cuyas utilidades en base a la explotación de la riqueza de los países
subdesarrollados por el manejo de la alta tecnología nos han convertido en
esclavos, si en verdad somos hermanos.
Este articulo parece que
estuviera desviando su objetivo y entrando en un plano sociopolítico
internacional, pero veremos más adelante la tremenda integración que tiene la unidad
con la pluralidad (no existe una si no existe la otra), y como deviene
del incorrecto manejo de nuestra mente dual y que cuando el individuo
no ha alcanzado un correcto estado de madurez y se convierte además en padre,
es el trasmisor directo de esta total ignorancia que se manifiesta como una
epidemia.
Es el padre y la madre que siendo
los elementos claves del núcleo familiar el cual es la base de la sociedad,
deberían estar lo suficientemente instruidos, preparados y capacitados para
asumir las funciones de padre y madre, recibiendo un título especial para poder
hacerlo.
Es increíble que los personajes más
importantes de nuestras sociedades, como los presidentes, los ministros,
asesores y otros, que dirigen el destino de los países; y los padres, quienes
gestan el futuro de ese país a través de la formación de sus hijos, no obtengan
un título que les autorice así a hacerlo; pero, sin embargo, para ejercer como médico,
abogado, químico y otras profesiones, necesitamos un título que nos autorice
para poder ejercerlas.
El padre, tanto como la madre,
requieren una formación previa desde su niñez y atravesando los diferentes
marcos biológicos, con las características peculiares de cada uno de ellos.
El padre es un elemento extracorpóreo y la madre es intracorpórea; al padre le corresponde,
no por superioridad, ni por inferioridad, de alguna manera dirigir, conducir en
acuerdo con la madre, los destinos de esta semilla de la sociedad que es la
familia; su naturaleza, su elemento racional y otras actitudes que han sido
otorgadas por la Naturaleza, lo conllevan a ejercer esta función.
No existe la “igualdad”, no somos
iguales. Este fue el gran mito que creó la Revolución Francesa; al mirar dos
gemelos o mellizos, descubriremos diferencias no sólo en el aspecto físico,
sino que en el psicológico, mental y conciencial; si dos hombres no son
iguales, dos mujeres no son iguales; cómo podemos pensar y decir, que el hombre
y la mujer son iguales?; ni uno es superior al otro, pero tampoco son iguales: “SOMOS
COMPLEMENTARIOS” las habilidades que posee el hombre, no las tiene la
mujer en esa intensidad y viceversa igual la mujer: somos personas complementarias, uno necesita al otro y viceversa.
Cuenta en mito, que el hombre en
sus orígenes era andrógino, no existía
el hombre ni la mujer, sólo existía un ser que podía procrearse, pero su
conducta inadecuada fue sancionada por Zeus, padre del Olimpo que lo partió en
dos con su rayo poderoso, y como estos lloraban tanto, les dió la posibilidad
de ser uno nuevamente, a través del amor
(que implica comunicación, tolerancia, evitar el conflicto utilizando
mecanismos de ajustes, y sobre todo, dejar nuestro egoísmo anti-natura, para
poder volver a ser uno solo).
No es así que “detrás
de todo hombre exista una gran mujer”, sino que ella es quien se transforma
en la estructura básica, sobre todo en la seguridad psicológica del hombre. Ya
hablaremos de manera más extensa sobre este tema.
Luego, el padre es la persona que
ha asimilado a la mujer de tal manera que buscan ser nuevamente el andrógino
añorado y perdido.
Padre es ser dueño de sí mismo,
conquistador de nuestras debilidades, guerrero para cristalizar nuestras
fortalezas y valores, guerrero vivo (guerra no es igual que violencia) para que
día a día pueda lograr sus objetivos trazados, sobre todo el conquistarse a sí
mismo y ser verdadero padre de sí mismo.
El Maestro
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