El castigo de Prometeo
Narra el mito que Prometeo, que era un Semidiós y al ver que el hombre desconocía todavía el fuego y que; obviamente, el poder manejarlo a discreción, era un elemento fuertemente civilizador y forjador de avances increíbles.
Pero este Semidiós, comete un pequeño arrebato pasional “divino” y en una de los banquetes que otorgaba Zeus en sus increíbles salones, para dioses y semidioses, aprovecha nuestro héroe, conmovido desde tiempos “A”, por el sufrimiento humano; decide, robarles el fuego a los dioses del Olimpo y entregárselo subrepticiamente a los hombres.
Pero, el que Todo lo Sabe, que Todo lo Puede y Todo lo Conoce, el Gran Zeus (luego Júpiter en Roma), se da cuenta de semejante hurto y debido a que Prometeo no había estudiado el Liderazgo Global, su percepción del hombre y de su situación estaba con muy buenas intensiones, pero con una ausencia de perspectiva general de las mismas.
Condena a Prometeo, a ser encadenado en las Montañas del Cáucaso, y como era un Semidiós, por castigo, los buitres le devoraban las entrañas en el día (suponemos el “dolor” que esto significaba). Pero, de día, por su capacidad reconstructiva y generativa, y seguramente con tratamiento “transgénico”, se recuperaba.
El castigo esencial de Zeus, es que iba a quedarse encadenado en el Cáucaso, hasta que el hombre aprendiera a controlar el fuego, porque según, lo que indicaban los dioses, se le había entregado al hombre por aborto.
Damas y caballeros: “sin actitudes circenses, por si acaso…ha?!
Díganme, como mencionaba mi querida abuela religiosa hasta el tuétano: “qué hemos hecho hasta ahora Dios mío!...con este hermoso regalo de Prometeo???, fraternidad?, justicia social?, comprensión del amor?, de la verdadera guerra que nos lleva a la paz?. Que somos criaturas únicas y para nada iguales, sino complementarias! Ni inferiores, ni superiores; que hemos aprendido a escalar “pisando hombres”.
Seguramente que nuestros tatarabuelos y bisabuelos, al observar el avance científico, tecnológico e informático, quedarían tan sorprendidos como la novelita de Joseph Ibrahim “Yo visité Ganímides” (Una de las lunas de Júpiter!); pero, inmediatamente, como se acostumbraba en la pretérita ética, deducirían que para haber alcanzado semejantes avances en la materia, seguramente que sus avances concienciales, vivenciales y espirituales, deberían estar a la misma altura, y por qué no a niveles más altos.
Pero nuevamente la bipolaridad nos captura y nos hace cojear produciendo en nosotros un constante retornar al mismo punto, llegando inclusive a generar, espirales de ciclicidad, que porque mientras dominamos un aspecto del conocimiento, cojeamos en el principal conocimiento que lleva a la Verdad, “el Hombre mismo” = “Conócete a ti mismo” (qué tales diversidades, que tales intensiones, dolores del alma, qué agobios de dolor, que insondables profundidades del alma, que ni la Filosofía, ni la Poesía pueden alcanzar…”QUÉ NOS PASÓ?”. ¿Porqué deseamos que Prometeo siga encadenado a esas montañas del Cáucaso?; cuando en realidad vino a entregarnos un regalo, que le permitió al Hombre a diferenciarse por lo menos, de estos seres que habitan en la misma dimensión y en la misma Tierra que él.
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